Misa de apertura JEMJ 2025: Homilía de Mons. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria.

Pueden escuchar la homilía completa de Mons. D. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria, en este vídeo.


¿Cuál es el lema de esta segunda JEMJ? «Os daré un corazón nuevo». El profeta Ezequiel nos comunica de parte del Señor: «Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne» (Ez 36, 27).

¿En qué consiste un corazón nuevo? La liturgia de hoy nos da cinco pistas:

1.- Un corazón abierto a la felicidad.

«Sal de tu tierra, y de tu patria, y vete a la tierra que yo te mostraré. De ti haré un gran pueblo y te bendeciré» (Gen. 12, 1). ¿A quién hace Dios esta promesa? A Abraham. La promesa de una tierra y de un pueblo, de una vida plena, una promesa de felicidad, un corazón nuevo.

¿Por qué has venido a la JEMJ? ¿Por qué estás hoy en Covadonga? Porque quieres ser feliz. «Alégrate María llena de gracia. El Señor está contigo… No temas María, has encontrado gracia ante Dios». ¿Te suena? Hay una promesa de felicidad en el fondo de tu corazón y peregrinas porque no te resignas a vegetar. Sales de tu casa buscando la felicidad: un corazón nuevo, una vida plena. Como Abraham, el primer peregrino, has peregrinado de tu casa hasta aquí, hasta la Santina, porque intuyes que aquí vas a ser feliz.

Abraham también quiere la felicidad para su hijo Isaac: «Abrahán dijo al criado más viejo de su casa, que administraba todas las posesiones: “Pon tu mano bajo mi muslo y júrame por el Señor, Dios del cielo y de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito, sino que irás a mi tierra nativa a tomar mujer para mi hijo Isaac”».

¡Vaya encargo! ¡Menudo marrón! «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tengo que llevar a tu hijo a la tierra de dónde saliste?». Abrahán le replicó: «De ninguna manera lleves a mi hijo allá. Pero si la mujer no quiere venir contigo, quedas libre del juramento. Mas a mi hijo, no lo lleves allá».

¿Quién será la mujer de Isaac? Rebeca. Y ¿cómo cumplió el viejo criado su encargo? ¿Cómo consiguió convencer a Rebeca? Rezando. Las situaciones límite te llevan a rezar. En los agobios somos una pura petición. Tú ¿qué deseas de verdad en la JEMJ?

Entonces el criado tomó diez de los camellos de su amo y, llevando toda clase de regalos de su amo, se puso en marcha hacia Arán Najaráin, la ciudad de Najor. Hizo arrodillarse a los camellos junto a un pozo fuera de la ciudad, al atardecer, cuando suelen salir las aguadoras. Y dijo: «Señor, Dios de mi amo Abrahán, concédeme hoy una señal propicia y muestra tu benevolencia a mi amo Abrahán. Aquí estoy junto a la fuente, mientras las muchachas de la ciudad salen a sacar agua; pero la muchacha a la que yo diga: “Por favor, inclina tu cántaro que beba” y que me responda: “Bebe y también abrevaré tus camellos”, esa sea la que has destinado para tu siervo Isaac. Así sabré que muestras benevolencia con mi amo». Apenas había acabado de hablar, cuando salía Rebeca, hija de Betuel, el hijo de Milcá, la mujer de Najor, el hermano de Abrahán, con el cántaro al hombro. La muchacha era muy hermosa, una doncella que no había conocido varón. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y subió. El criado corrió a su encuentro y le dijo: «Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro». Ella respondió: «Bebe, señor mío». Y enseguida bajó el cántaro al brazo y le dio de beber. Cuando terminó de darle de beber, ella dijo: «Voy a sacar también agua para tus camellos, hasta que se sacien». Y enseguida vació el cántaro en el abrevadero, corrió al pozo a sacar más y sacó para todos los camellos… Luego le preguntó: «¿De quién eres hija? Dímelo, por favor. ¿Hay sitio en casa de tu padre para que pasemos la noche?». Ella le contestó: «Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor». Y añadió: «También tenemos paja y forraje en abundancia y sitio para pasar la noche». El hombre se inclinó en señal de adoración al Señor y dijo: «Bendito sea el Señor, Dios de mi amo Abrahán, que no ha retirado su benevolencia y fidelidad a mi amo. El Señor me ha guiado por el camino justo a la casa del hermano de mi amo». La muchacha fue corriendo a casa de su madre a contar todas estas cosas.
(Gen 24, 11-28)


El resto ya lo sabéis. Lo acabamos de proclamar: «¿Quién es aquel hombre que viene por el campo en dirección a nosotros?». Respondió el criado: «Es mi amo». Entonces ella tomó el velo y se cubrió.

El criado le contó a Isaac todo lo que había hecho. Isaac la condujo a la tienda de su madre Sara, la tomó por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre».

Si tienes vocación matrimonial ¿cómo vas a dar con tu pareja? Rezando, como el criado de Abraham. La oración es garantía de felicidad.

San Juan Pablo II contaba en «Cruzando el umbral de la esperanza» que un joven de Cracovia le contaba en un retiro que buscaba una compañera para su vida pero que la buscaba de rodillas, con la oración. No podría olvidar cuando se la presentó antes de casarse: «Esta va a ser mi mujer porque Dios me la ha dado».
Un corazón nuevo se logra de rodillas.

2.- Un corazón convertido, que ha experimentado la misericordia.

Acabamos de proclamar el evangelio de la conversión de San Mateo. Hoy es el evangelio que se proclama en los cinco continentes, como la lectura de Rebeca. El papa Francisco compartió que una fecha «muy importante» en su vida fue el 21 de septiembre de 1953, fiesta de San Mateo. Era el día del estudiante en Argentina, que coincide con el día de la primavera, y que se celebra con una gran fiesta:

«Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que asistía, y encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de confesarme. Esta fue para mí una experiencia de encuentro: encontré a alguien que me esperaba».

«No sé qué pasó, no lo recuerdo, no sé por qué estaba aquel sacerdote allí, a quien no conocía, por qué había sentido ese deseo de confesarme, pero la verdad es que Alguien me esperaba. Me estaba esperando desde hacía tiempo. Después de la Confesión sentí que algo había cambiado».

«Yo no era él mismo. Había oído justamente como una voz, una llamada: estaba convencido de que tenía que ser sacerdote. Y esta experiencia en la fe es importante», contó el Santo Padre (Papa Francisco. Vigilia de Pentecostés, 2013).

El sacramento de la penitencia en Covadonga como camino de felicidad para tener un corazón nuevo.
Muchos habéis visto en la Iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, junto a la Plaza Navona el cuadro de Caravaggio de la Vocación de San Mateo. Al papa Francisco le gustaba contemplarlo cuando iba a Roma: aquellos colores, aquella fuerza, un realismo tremendo… Mateo en el mostrador de los impuestos rodeado de colaboradores, maduro, con barba…. Y Jesús enfrente, un dedo que le señala, toda la luz parte de Jesús. Jesús está junto a un gran ventanal. Es la escena impactante del Evangelio de hoy: «Sígueme». «Se levantó y lo siguió».

La figura de Jesús es imponente y le señala. Y él, un hombre maduro con barba, rodeado de sus jovenzuelos colaboradores, hace este gesto: «¿Yo? ¿A mí? ¡Si hay otros más vocacionales a mi alrededor! … ¿A mí?». Y Jesús insiste. Todos somos llamados, no hay nadie sin vocación. A todos el Señor nos llama por nuestro nombre. No es un tema de vida consagrada o de sacerdocio: es cuestión de felicidad, se trata de un corazón nuevo. «Miserando atque eligendo» fue el lema episcopal del Papa Francisco. La frase corresponde a una homilía de Beda el Venerable, en la que el santo comenta el Evangelio de san Mateo y se refiere a la vocación del evangelista: «Jesús vio al recaudador de impuestos y, como lo vio con misericordia, lo eligió y le dijo: “Sígueme”».
Nos explicaba el guía en San Luis de los Franceses que, los que están cerca de Pedro, se enteran del llamamiento. Pedro está al lado de Jesús, los jóvenes que están al lado de Pedro ven que pasa algo. La cercanía de la Iglesia, el amor a la Iglesia, la familiaridad en la Iglesia favorece la llamada, es el humus para la llamada. Y al revés, los que están lejos de Pedro, lejos de la Iglesia, los cambistas más alejados de Pedro, no se enteran de lo que ocurre, del resplandor de Jesús, ni de su dedo índice y siguen, siguen enfrascados con sus monedas. ¿Estamos cerca de Pedro? ¿Tenemos una familiaridad con la Iglesia? ¿Amamos a la Iglesia para que a través de mediaciones muy concretas el Señor nos pueda llegar?

Yo sin pudor digo que el Señor me llamó con nueve años, año 1969, por la cercanía del joven sacerdote de mi pueblo. Se había cerrado el Seminario de Pamplona y el cura se emocionó el Día del Seminario hablando de las vocaciones, y paró la Misa, y siendo monaguillo y queriendo yo tanto a aquel cura, dije que quería ser cura. Nunca me abandonó esa certeza. Luego quería ser jesuita estando en Javier estudiando con ellos. Después tuve un paréntesis en la adolescencia. Recuperé la certeza en la Universidad. Y hasta hoy. El Señor nos llama a través de situaciones muy concretas. El calor humano que supone una comunidad cristiana, el afecto, es caldo de cultivo de la llamada.

El papa León XIV nos decía el 26 de junio: «Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas. Es necesario que haya espacios adecuados para escuchar su voz. Por eso son importantes los ambientes y las formas de pastoral juvenil impregnadas del Evangelio, donde puedan manifestarse y madurar las vocaciones a la entrega total de sí. ¡Tengan el valor de hacer propuestas fuertes y liberadoras! Al mirar a los jóvenes que en nuestro tiempo dicen su generoso “aquí estoy” al Señor, todos sentimos la necesidad de renovar nuestro “sí”, de redescubrir la belleza de ser discípulos misioneros en el seguimiento de Cristo, el Buen Pastor».

3.- Un corazón agradecido.

Los dos pies con los que caminamos son la memoria agradecida del pasado y el reto del futuro. Si alguien mira al pasado, y no ve nada digno de agradecimiento, no se arriesga a echar el otro pie.

«Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia», hemos cantado con el salmo 105. En Covadonga, junto a la Santina, nos vienen a los labios sus palabras: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». ¿Qué respondió María al Señor a través del ángel Gabriel? ¿Qué dijo María? ¿Qué decimos en el Ángelus? «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra». (Lc 1, 38) No, porque no sabía castellano. «Fiat». No, porque tampoco sabría latín. Como mujer judía ¿qué dijo María? María habría dicho: «Amén». Así es, que así sea. ¿A qué tengo que decir amén? ¿Qué tengo que aceptar, decidir o perdonar? Para tener un corazón nuevo, ¿a qué tengo que decir por fin «Amén»?

El sí de María siempre es causa de alegría: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (Lc 1, 44). ¿Quién lo dijo? Isabel, su prima. Tu «sí» que trae a Jesús al corazón de tu gente, hace vibrar de alegría el corazón de los nuestros, de nuestros amigos y compañeros. Cuando decimos «Amén» siempre hay alegría. ¡Eso es un corazón nuevo!

«Su madre conservaba todo esto en su corazón» (Lc 2, 51). ¡Qué actitud más inteligente! Literalmente: recogía lo que estaba disperso y lo pasaba por el corazón. El caos de acontecimientos que vives a esta edad hay que pasarlo por el corazón. Lo que no entendemos porque todo está revuelto, lo pasamos por el corazón. Y entonces hasta lo más pequeño tiene su sentido.

Y del agradecimiento surge el servicio, la entrega, la generosidad. «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1, 39). Corrió a ayudar a su prima Isabel que, anciana, le necesitaba. ¿Dónde tengo que ayudar a mi alrededor? ¿Quién me necesita? ¿Qué me están pidiendo a gritos? ¿Cuál va a ser mi aportación aquí en la JEMJ? ¿Cuál es mi gracia, mi carisma, mi regalo? ¿En qué soy una bendición? Al final el tema es muy claro. ¿Cuál es mi vocación? ¿En qué vocación puedo dar más? ¿A qué me está llamando a gritos el Señor?

4.- Un corazón que desee vivamente la santidad.

¿Junto a las reliquias de quién estamos celebrando la Eucaristía? Del Beato Carlo Acutis. ¿qué santa celebramos hoy? Santa Isabel de Portugal. ¿De dónde era? De Zaragoza.

Santa Isabel de Portugal (Zaragoza, 1271 -Estremoz, 1336), fue reina consorte de Portugal entre 1282 y 1325. Hija del rey Pedro III de Aragón y de la reina Constanza II de Sicilia. Se le puso el nombre de Isabel en honor a su tía-abuela, Santa Isabel de Hungría. Mujer muy devota desde la niñez, se casó joven con el rey Dionisio I de Portugal. De su matrimonio nacieron dos hijos: la infanta Constanza de Portugal, esposa de Fernando IV de Castilla y madre y regente de Alfonso XI de Castilla. Y el infante Alfonso (futuro Alfonso IV de Portugal).

La reina dedicó parte de su tiempo libre a atender a los enfermos, ancianos y mendigos, para los que ella misma confeccionaba ropa. Durante su reinado ordenó construir hospitales, escuelas gratuitas y refugios para huérfanos. Ordenó la construcción de un buen número de conventos. A pesar de la poca ejemplaridad del rey Dionisio, este sentía tanta admiración por Isabel que la dejaba llevar su vida cristiana de forma libre, hasta el punto de que la reina distribuía de forma regular las monedas del Tesoro Real entre los más pobres.

En diversas ocasiones se trasladó hasta el campo de batalla para acabar con las disputas entre su marido y su hijo Alfonso. Se colocaba entre los dos y rezaba para que la pelea finalizara.

En 1325 Isabel enviudó y poco después realizó un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela, ingresando a su vuelta en el convento de Santa Clara-a-Velha en Coímbra, que ella misma había fundado, donde tomó el hábito de las clarisas, pero sin hacer los votos de la orden, lo que le permitía mantener la administración de su fortuna, que dedicó a las obras de caridad.

Ya retirada, tuvo que volver a mediar, esta vez entre su hijo Alfonso y su nieto Alfonso XI de Castilla. Inició un viaje hacia el campo de batalla de Castilla para poner paz entre los dos familiares. A su regreso se encontró indispuesta y murió en Estremoz el 4 de julio de 1336.

El papa Francisco nos decía en Gaudete et Exultate que «cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo, es esa palabra que el Señor quiere decir, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida» (GE 24). ¿Qué mensaje quiere transmitir el Señor a través de ti? Igual el Señor te ha traído a la JEMJ para que te aclares y que Él pueda comunicar a través de ti ese mensaje concreto para la humanidad.

El papa León XIV con motivo del centenario de la canonización de tres santos franceses decía a la Iglesia francesa: «Quisiera destacar un rasgo espiritual común a Juan Eudes, Juan María Vianney y Teresa de Lisieux, que resulta especialmente elocuente y atractivo para los hombres y mujeres de hoy: amaron sin reservas a Jesús de manera sencilla, intensa y auténtica; experimentaron su bondad y ternura en una cercanía cotidiana particular, y dieron testimonio de ello con un admirable impulso misionero… Los santos no surgen espontáneamente, sino que, por la gracia, brotan en el seno de comunidades cristianas vivas que supieron transmitirles la fe, encender en sus corazones el amor a Jesús y el deseo de seguirle».

5.- Un corazón eucarístico.

Jesús pregunta directamente a los Zebedeos: «¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?». ¿Qué le contestaron? ¡Podemos! Es decir, ¿podéis sostener la copa de la vida en vuestras manos? ¿Podéis pasar por lo que yo voy a pasar? ¿Podéis tragar lo que yo voy a tragar? Esto es la Eucaristía y exige tres gestos: mantener firmemente el cáliz, levantarlo y beberlo. Estos tres movimientos suponen la comunión con Jesús en la Eucaristía, un corazón nuevo, semejante al suyo:

1.- Tomar conscientemente el cáliz de la vida. Tomar el cáliz es aceptar, conocer la realidad y asumirla con madurez. No basta con vivir la vida. Debemos saber lo que estamos viviendo. Somos conscientes de lo que hay en el cáliz de la vida. Tomamos con las dos manos el cáliz de la vida: un cáliz de bendición, pero también de dolor y conflicto. Tomo consciencia de mi vida aquí en Covadonga.

2.- Levantar el cáliz, brindar y compartir. Levantar el cáliz es buscar ayuda y colaborar, compartir y sostener. Compartir nuestra vida con los hermanos para celebrarla. Afortunadamente no vivimos solos el cáliz de la vida. Decimos al brindar, «a tu salud, por ti, por muchos años». Es un deseo de vivir la vida compartiéndola y entregándola. ¿Hay algún brindis en la Eucaristía? Por Cristo, con Él y en Él.

3.- Beber y apurar el cáliz de la vida. Beber el cáliz es tragar, aprender, rectificar, tomar nota y acertar para el futuro. Beber el cáliz es asumir las consecuencias haciéndonos dueños de lo que estamos viviendo. Es hacer nuestra e interiorizar plenamente nuestra existencia única y compartida, con todas sus penas y sus gozos. Es una manera de vivir con esperanza, con coraje y con confianza el futuro. El Señor ha tragado, ha bebido antes que nosotros, ha apurado el cáliz. Ha convertido el cáliz de maldición en cáliz de bendición. Podemos apurar el propio cáliz y ser fuente de esperanza y de confianza para los demás. Lo que Dios nos llama a hacer, podemos hacerlo y hacerlo bien. ¡Vamos a vivir bien esta Eucaristía!

Termino con unas palabras del papa Francisco: «Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “pero, ¿quién soy yo?”; no llegamos, sin embargo, a la pregunta fundamental: “¿Para quién soy yo?”. Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros» (Christus vivit n. 286).

Que el Señor nos regale un corazón nuevo. Nuestra Señora de Covadonga ruega por nosotros. Amén